El dato es escalofriante: mientras que en Estados Unidos un triunfador en los negocios ha fracasado una media de doce veces antes de que sus ideas fueran rentables, en España sólo ha fallado tres. De ahí que en el país americano sean infinitamente más los triunfadores que en España.
Si tras uno o dos fracasos triunfamos, además de ser unos genios o unos tipos muy afortunados, nos habremos salido de la media de lo que un emprendedor requiere para lograr el éxito. Si no es así, existen dos opciones: retirarnos a trabajar para un jefe al que -esperemos- sí le va bien o seguir probando y fallando cuantas veces sea preciso.
Si no lo consigues, sigue intentándolo
La diferencia entre un triunfador y un fracasado es que el segundo se ha rendido. El dato que dábamos al principio de este artículo es terriblemente real: el emprendedor español lo intenta la cuarta parte de las veces que el estadounidense. Es, pues, lógico -y matemático- que el americano triunfe una media de cuatro veces más que el español.
Del mismo modo, además de inconstante, el empresario español se muestra conformista: una vez que su empresa funciona y lo hace bien, se conforma con vivir de ella, sin arriesgarse de nuevo. Se niega a jugarse siquiera lo que le sobra, sea por pereza, sea por miedo.
Inconstancia y conformismo, dos frenos para la expansión empresarial de cualquier país.
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