Sumergiéndonos en Internet, con el criterio de búsqueda «triunfadores en los negocios» en Google, nos topamos, en la cuarta entrada que se nos despliega, con una frase crucial. El título de uno de los artículos de una revista sobre negocios y economía nos da una clave básica: «Un negocio es una apuesta».
Si nos quedamos en la superficie de la frase, parece que estemos trivializando ante el riesgo económico y personal que asume quien se atreve a montar su propia empresa. Y no es esa la idea: al contrario, la idea es poner sobre aviso a quienes, a falta de otras soluciones laborales, deciden convertirse en empresarios.
Una decisión que debe meditarse
Muchas de las personas que se encuentran sin empleo deciden que la salida a esta situación es abrir un bar, una tienda o cualesquiera otras opciones empresariales. Y puede serlo. O no.
Lo que no debe hacerse es esperar siempre lo mejor, ya que, para empezar, es muy fácil que no nos hagamos millonarios y cabe la posibilidad de fracasar.
Es por eso que un negocio es comparable a una apuesta: cuando montamos nuestra empresa estamos diciendo «Te apuesto mi dinero, mis fuerzas, mis recursos, mi familia y mi futuro a que salgo adelante».
Si ganamos, habrá valido la pena; de no hacerlo, la pérdida en la apuesta es descomunal, por más que podamos recuperar parte de ella.
Por eso es muy importante apostar tan sobre seguro como sea posible.
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